La agitada Sierra Minera de Cartagena-La Unión, el circulo familiar de el Rojo el Alpargatero y la estela internacional de su cuñada Carmencita son el punto de partida para esta historia de artistas flamencos que transitan por aquella España de la Restauración abocada al triste desastre del 98. Unos años en que Cartagena busca solucionar sus carencias como entorno urbano e incorporar las modernidades de la que ya gozan la mayoría de ciudades de su dimensión. María, la protagonista, convertida en bailaora, debe exiliarse junto a un joven guitarrista y su periplo lleva al lector por el París de la belle époque, el moderno y pujante Nueva York de entre siglos o las ciudades de Manzanillo y Santiago, en la tutelada Cuba republicana. Un viaje con retorno, 9 años después, en el que desembarcan en Santander, visitan la regia San Sebastián y hacen antesala en la Barcelona sembrada de bombas anarquistas, antes del regreso, como en un cante de ida y vuelta, a la transformada Cartagena donde han caído las murallas y ha emergido el modernismo como símbolo de la renovación urbanística y social.
La crónica novelada de unos años (1899-1907) en el que los avances técnicos: luz eléctrica, teléfono, automóviles, cinematógrafo, etc., redefinen el mundo y la vida cotidiana. Una puerta a la modernidad a la que accedemos a través de la inocente y rudimentaria mirada de la pareja artística protagonista. Miseria, esperanza, miedo, suerte, itinerancia, éxito, fracaso, amor, tragedia, venganza y otros varios aspectos se entremezclan en los siete apodos y conforman la vertiginosa vida de María, una harapienta “zagalica” que arrancaron de la huerta para llevarla a un mundo urbano para el que no estaba preparada.